08 noviembre 2008

LOS CHISTES DE TURBAY !!!



Homenaje a los 30 años de la creación de uno de los géneros humorístico más significativos en la historia de Colombia.


El excelentísimo señor expresidente y nunca bien ponderado doctor don Julio César Turbay Ayala vio la luz por primera vez un 18 de junio de 1916 en la entonces apacible ciudad de Bogotá, que en aquellos tiempos era gobernada por los más honestos y los más capaces, feliz circunstancia que hizo mella en la vida de este preclaro descendiente de adustos y orgullosos ciudadanos sirio-libaneses.

Era tal su talento empírico que no tuvo necesidad de cursar. Ya en su prístina infancia y temprana juventud, este adelantado descendiente del gran Saladino mostró una inteligencia superior, que se tradujo en su gran talento para las ciencias. Un plácido domingo, cuando apenas cursaba sus primeras letras, su padre puso a prueba su ingenio. La familia estrenaba un flamante Ford Modelo T y el jefe del hogar verificaba que todo estuviera en orden. Prendió la luz de parqueo y le pidió a su retoño que le informara si funcionaba.

— Sí… No… Sí… No…, fue la genial respuesta del precoz párvulo.
En extensos reportajes ofrecidos a los medios hablados y escritos, el doctor Julio César evocaba con cariño aquellas sobremesas familiares en las que su padre ponía temas relacionados con las humanidades, la filosofía y la literatura. Una noche, quiso poner a prueba el conocimiento de su hijo y le indagó acerca de un escritor a quien se le conocía como El manco de Lepanto.

—Evidentemente y de manera análoga, padre mío, usted se refiere a ese gran prosista conocido como Don Miguel de Unamano.
Era tal el talento del joven Julio César que haberlo inscrito en alguna academia o facultad habría sido como botar fajos de billetes por la alcantarilla. Así pues, inició muy rápidamente su carrera política, como miembro del Partido Liberal. Sus pinitos al servicio de la Patria los desempeñó como alcalde de Girardot, concejal de Usme y Engativá, y diputado de la Asamblea de Cundinamarca. Su presencia en esta última corporación inspiró al maestro Darío Echandía para describir, con tono resignado, el desastre de la administración pública en manos de prohombres como Turbay: “Esto no es Dinamarca sino Cundinamarca”.
Como miembro activo de su colectividad, en épocas preelectorales se desplazó a lo largo y ancho de la geografía patria. En aquellos tiempos, el DC-3 era el avión emblemático de la aerolínea bandera, así que el joven y emprendedor líder político estaba muy familiarizado con este aparato. Cuando abordaba una de esas aeronaves, se daba tres golpes en la cabeza con el marco de la puerta del avión. En alguna ocasión, uno de sus colegas de bancada, extrañado, le preguntó por qué hacía eso. A lo que Turbay le respondió:

—Yo cumplo al pie de la letra las instrucciones de seguridad y ahí está escrito muy claramente: “dese tres”.

A pesar de que no pertenecía a las familias patricias y prestantes de la República, su capacidad para comportarse como un verdadero animal político le permitía codearse con lo más granado de la sociedad santafereña en lugares emblemáticos como el Jockey Club. En un banquete al que asistió en tan elegante recinto un mesero le preguntó:

— Doctor Turbay, ¿vino rosé?

— No, joven, cómo se le ocurre… ¿No ve que hoy vine con Nidya?

Esa misma noche, al salir del recinto un tanto alicorado, le solicitó a un uniformado que estaba a la entrada del club:

— Joven, si es tan amable consígame un taxi.

El uniformado, molesto, lo increpó:

— Oiga, respete, ¿no ve que yo soy un almirante de la gloriosa Armada de Colombia?

— Entonces consígame un acorazado.

En 1957, luego de ser derrocado Gustavo Rojas Pinilla, el preclaro líder se convirtió en ministro de Minas y Petróleos de la junta militar que ejerció el poder hasta las elecciones del siguiente año. En ellas, se impuso el también liberal Alberto Lleras Camargo, quien le nombró ministro de Relaciones Exteriores.

En aquella oportunidad exhibió sus conocimientos en materia geopolítica, y en particular de los sucesos que atribulaban al Oriente Medio, la tierra de sus ancestros. En una reunión en la embajada de Israel, alguno de los comensales le preguntó:

— Doctor Turbay, ¿qué opina de la posición árabe?

— A mí me gusta pero a Nidya se le raspan un poco los codos y las rodillas.

El doctor Turbay fue titular de esta cartera hasta 1961, cuando renunció a la misma. A partir de 1962 se apoltronó de una curul en el Senado (fue reelegido en cuatro legislaturas seguidas) y, en 1973, obtuvo el cargo de embajador en el Reino Unido.

Una vez hubo terminado su misión, regresó a Colombia. En el aeropuerto concedió una rueda de prensa a los reporteros que, impacientes, querían conocer de primera mano sus impresiones del país de Isabel II y los Beatles.

— Doctor Turbay ... ¿Usted que opina de la Gran Bretaña?

— Pues que ya era hora que viniera en envase retornable de litro y medio.

En 1975 fue designado embajador de Colombia en Washington y, a su regreso, de nuevo ofreció una rueda de prensa.

— Doctor Turbay, cuéntenos qué fue lo que más le llamó la atención de Estados Unidos.

— Evidentemente y de manera análoga lo que más me impresionó fue el altísimo nivel educativo del Coloso del Norte. Imagine no más usted, amigo reportero, que en Estados Unidos los niños de 2 y 3 años ya hablan en inglés.? De regreso a la arena política, en 1976, ocupó el cargo de presidente del Senado. Marujita, su secretaria en aquel entonces, recuerda con admiración la cultura de su jefe. En una ocasión, mientras le dictaba un texto relacionado con políticas agrarias, ella le preguntó:

— Doctor Turbay, ¿habichuela se escribe con h o sin h?

— Con h, Marujita, porque si no se diría abicuela.

En otra ocasión, recuerda Marujita, le dijo:

— Señorita, facilíteme un sobre redondo para enviar esta circular.
En las elecciones presidenciales de 1978, Turbay derrotó al postulante conservador, Belisario Betancur, y asumió la Presidencia de la República el 7 de agosto de ese año, sustituyendo en la misma a su correligionario Alfonso López Michelsen.

Durante su mandato promovió el denominado Plan de Integración Nacional (PIN), llamado a cumplir dos de los principales objetivos de su programa político: gobernar con los más honestos y los más capaces, reducir la corrupción a sus justas proporciones y esforzarse para que su mandato fuera hormonado y testiculado.

Pero su principal aporte, sin duda, fue mejorar la imagen de Colombia en diversos viajes internacionales. En 1979 realizó una épica travesía por diversas capitales del Viejo Mundo, lo que le permitió, entre otras cosas, pisar las calles coloniales de París.

En dicho viaje tuvo la posibilidad de participar en una cumbre de mandatarios organizada por Naciones Unidas en Ginebra, Suiza.

Durante uno de las pausas entre los agotadores debates, se organizó un juego en el cual se les pedía que dijeran una palara que comenzara con el prefijo hiper.

Jimmy Carter, presidente de Estados Unidos, dijo:

— Hipermercado.

Margareth Thatcher, recién elegida primera ministra del Reino Unido, exclamó:

— Hipertenso.

El premier soviético Leonid Brezhnev acotó:

— Hipérbola.

Valery Giscard D’Estaign, presidente francés, acotó:

— Hipertrofiado-

— Muy bien, los felicitó el facilitador. A ver, doctor Turbay, nos falta su aporte…

— A ver, a ver… la tengo… Droguería.

Extrañado, el facilitador le señaló:

— Perdóneme, señor Turbay, tal vez usted no entendió. Es una palabra que comienza por el prefijo hiper…

— Por eso le digo, señor recreacionista… Droguería Hiperfumería.

Aquel viaje también lo llevó a Venecia, donde se maravilló al percatarse que, en vez de desplazarse en una limusina, lo hacía en una góndola. Al llegar a su destino, donde debía ofrecer un discurso, para inspirarse miró la gran cantidad de canales que atravesaban la ciudad y comenzó su proclama:

— Queridos damnificados de las inundaciones…

Con el fin de contrarrestar el gran problema de la inseguridad, poco después de acceder al poder promulgó el denominado Estatuto de Seguridad, que, al limitar las libertades civiles y conceder amplias facultades al Ejército, fue objeto de severas críticas nacionales e internacionales.

Para mejorar la imagen de su gobierno viajó a varios países de Suramérica. En su visita a Perú, el presidente Belaúnde Terry lo recibió con estas palabras:

— Presidemte Turbay, biemvenido al Perú, el país de los Imcas.

— Gracias, yo lo saludo a nombre del pueblo de Colombia, el país de los Renols.

Durante su gobierno se multiplicaron los disturbios estudiantiles y proliferó el narcotráfico. En sus ratos de ocio él mismo se encargaba de supervisar los embarques de marihuana a Estados Unidos. En una ocasión, un estibador se le acercó preocupado:

— Doctor Turbay, deberíamos suspender la operación de cargamento. El barco de pronto zozobra.

A lo que el presidente le respondió:

— Es preferible que sosobre y no que fafalte.

También se incrementaron las acciones violentas de organizaciones guerrilleras tales como el Movimiento 19 de Abril (M-19). Pero el doctor Turbay, amigo de la rumba y la parranda, les sacaba el quite a sus tristezas con la grata compañía de las féminas. Famosa fue su parranda en Cúcuta, en la que sacó a relucir su malicia islámica. En algún momento de la fiesta se sintió atraído por una dama y comenzó a cortejarla.

— Presidente, no me arrincone que yo soy lesbiana.

— No se preocupe, madre... ya mismo la nacionalizamos.

En 1980, uno de sus más cercanos colaboradores irrumpió en su despacho:

- Doctor Turbay, ¡Acaban de asesinar a Somoza!

- Deje el alboroto, joven… No se preocupe que yo tengo otra…

Como el Presidente vivía en el Palacio de Nariño, tuvo que dejar su casa a merced de los amigos de lo ajeno. En una ocasión lo robaron y el Presidente fue hasta la comisaría para poner el denuncio.

— Señor Presidente, por favor enuncie usted los objetos de valor que le robaron, ojalá con su respectiva marca.

— Me robaron un Betamax marca Sony, una radiocasete marca Panasonic, un televisor marca Quasar de Motorola Aiwa y un crucifijo marca INRI.

Su mandato finalizó el 7 de agosto de 1982, fecha en la que fue sucedido en la jefatura del Estado por Belisario Betancur. Pero, en vez de retirarse a sus cuarteles de invierno, decidió seguir sirviendo a Colombia con desinterés y gran espíritu de sacrificio, y nada mejor para alcanzar tan nobles metas que el servicio diplomático, siendo designado embajador en la Santa Sede por el presidente Virgilio Barco. Al presentar sus credenciales ante la Santa Sede, un funcionario lo recibió:

— Buona sera, dottore Turbay.

— La cera está muy buena pero un poco resbalosa. A la entrada casi me doy un costalazo.

A pesar de estar lejos de la patria, seguía con interés el acontecer de Colombia a través de los noticieros y los periódicos. En una oportunidad, un reportero lo llamó desde Colombia

— Doctor Turbay... ¿Qué opina de la bomba que colocaron en El Espectador?

— Me parece muy bien porque allá no había donde tanquear.

En 1991 el presidente César Gaviria lo nombró embajador ante el gobierno de Italia. Allí el ex presidente hizo gala de su honda cultura musical en tertulias a la que era invitado. En una de ellas le preguntaron:

— Doctor Turbay, ¿cuál es su compositor favorito?

— Evidentemente y de manera análoga es Verdi.

— Ah, qué bien, un italiano… ¿Y cuál es su obra preferida de Verdi?

— Pues el Japi Verdi.

Turbay falleció el 13 de septiembre de 2005, dejando un hondo vacío en la patria. Sin embargo, antes de morir fundó el movimiento Patria Nueva para apoyar la reelección presidencial de Álvaro Uribe. El peor chiste de su vida.

Fuente: www.larrivista.com

3 comentarios:

L. Alfonso dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

de los presidentes que mas le sacaron chistes, pero el a nosotros nos hizo el mejor

Unknown dijo...

Tiene razon, pero "duque" lo va a superar y nosotros seremos los burlados de este stand up comedy 🇨🇴